viernes, 4 de diciembre de 2009

carta de artigas


Carta apócrifa de Artigas a su amante charrúa

12 de febrero de 1813.

Estimada Señora,
He sido declarado traidor a la patria y han puesto precio a mi cabeza. Brillante es el destino al que me ha conducido mi imposibilidad de someterme a la hipotética opinión colectiva y proceder con moderación. En esta isla quimérica en la que me hallo, conciliar con la deshonra me es harto imposible.
Tengo la certeza de que usted comprenderá mi desesperación, por lo que bendigo aquellos años que viví en la más completa libertad con usted y los suyos, y que se obstinó en aprender a leer.
Ya le he contado que las iniquidades de los enemigos pueden más que la anhelada libertad. Libertad, ¿es que hay múltiples significados para esa punzante voz? Tal vez sea así. Para ellos la libertad es lucrar, para mí la libertad es vencer al tirano, cualquiera sea su disfraz, mientras que para usted la libertad es simplemente amarme.
En el atardecer de ayer, mientras escapaba de los traidores, experimenté el impulso de la libertad en mi propio espíritu. Me propongo contarle algo que usted ya conoce; y es que la libertad también se siente, independientemente de la profusión de definiciones racionales que mi limitado intelecto pueda discurrir. Usted eso lo vive, mi china querida, porque la suya es una existencia emancipada de la opinión general. Yo lo percibí ayer de tarde, mientras cabalgaba mi fuga. Lo noté en el aire y en el viento, lo contemplé en la inmensa pradera que se amalgamaba con el paraíso y lo percibí en el eco del galope, que se embrollaba con la algarabía de los cantos de teros y chimangos.
Mi señora, debe sorprenderle mi conmoción ante lo cotidiano, pero comprenda usted que su vida es ajena al cautiverio, extraña a la subyugación de la que escapo. En el mundo civilizado e irreal, detrás de los opresores están aquellos incólumes que viven fingiendo pensar como sus dominadores, su existencia está atada a los convencionalismos de aquellos, y proceden como la apariencia lo ordena.
Su envidiable libertad, (envidiada por quien le escribe), es ser esencialmente real en la autenticidad exuberante de las Misiones, donde la tiranía no ha entrado aún, y sus moradores pueden todavía ser fieles a la verdad, pues nada tienen que perder.
Pídale a Andresito que se cuide.
Estamos viéndonos,
José Artigas.

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